Los
resultados de las elecciones generales del pasado 20 de diciembre no
dejan lugar a dudas. No habrá mayoría absoluta. Se trata del
parlamento más fragmentado de la historia reciente. De ahí que cada
uno empiece a sacar su calculadora para hacer cuentas.
PP:
las cuentas que no salen...por ahora.
El
PP de Mariano Rajoy ya ha hecho su propuesta: una gran coalición con
el PSOE para tener un gobierno estable y poder defender la unidad de
España y, de paso también, los intereses de los ricos. Para Rajoy,
Pedro Sánchez ya no parece tan “mezquino, ruin y deleznable”. Al
contrario, ve en el PSOE un aliado seguro para seguir defendiendo el
Régimen nacido del 78, sus instituciones, así como los intereses de
los que acaparan las riquezas, es decir los intereses de los
capitalistas. Y no le falta razón. Así lo han hecho. En general,
por turnos: ya sea mediante el ataque a las pensiones, las
aprobaciones de las reformas laborales; o conjuntamente, reformando
la Constitución española con el ya famoso artículo 135 que obliga
el pago de la deuda frente a cualquier gasto público como pueden ser
la sanidad o la educación y con la negación del derecho a decidir
de los pueblos del Estado Español.
Pero
aunque algunos barones del PSOE hayan defendido la propuesta de una
gran coalición como en Alemania, Pedro Sánchez y la dirección
actual del PSOE la ha rechazado categóricamente. Sin embargo eso no
significa que no se vaya a dar nunca esa gran coalición, sino más
bien que de momento al PSOE no le salen las cuentas.
PSOE:
el pacto a la Portuguesa como posible solución.
A
Pedro Sánchez no le salen las cuentas con la gran coalición. Esto
no es debido a diferencias políticas insuperables sino más bien a
que podría suponer, en estos momentos, para el PSOE una inmolación
como ya le sucediera con anterioridad a su homólogo griego el PASOK
(PSOE griego para entendernos) al formar una coalición de gobierno
con el partido conservador griego de Nueva Democracia (el PP de
aquí). Aún así la puerta de
los acuerdos sigue estando abierta como demuestra el reciente pacto
para investir a Patxi López como presidente del Congreso con el
apoyo de PP y Ciudadanos, en la que el PSOE preside el Congreso pero
a costa de ceder la mayoría de la mesa en el Parlamento al PP y
Ciudadanos que se quedan con tres y dos puestos respectivamente de
nueve en total.
La
otra posibilidad que podía barajar el PSOE es la dejar paso a
las elecciones anticipadas votando NO a la investidura de Rajoy. Sin
embargo, ese escenario no interesa al PSOE ni al propio Pedro Sánchez
que seguiría seguramente perdiendo votos y difícilmente resistiría
en el cargo de Secretario General vista la guerra interna que parece
sacudir al PSOE con Susana Díaz como alternativa. De ahí que haya
tomado fuerza en estas últimas semanas la alternativa de proponer la
conformación de un gobierno de izquierdas “a la Portuguesa”.
Pedro Sánchez se lo ha tomado en serio y ha viajado hasta Lisboa
para que António Costa (actual Secretario General del Partido
Socialista Portugués y Primer Ministro del país vecino) le explique
cómo consiguió, en un escenario parecido, arrebatarle el gobierno
al partido conservador de allí montando un gobierno “progresista”
con el Bloco de Esquerda (parecido a PODEMOS allí), el Partido
Comunista Portugués (PCP) y los Verdes que dicho sea de paso ya han
anunciado que se comprometían a abandonar la exigencia de salida de
la OTAN y del Euro a la vez que António Costa afirmaba mantener el
“pacto de estabilidad presupuestaria” o lo que es lo mismo seguir
privilegiando el pago de la deuda en detrimento del rescate a las
clases populares.
PODEMOS:
más preocupado por seguir cogiendo votos de las bases del PSOE que
por romper verdaderamente con el Régimen del 78 y sus instituciones.
PODEMOS
ya ha demostrado en el pasado reciente (elecciones municipales y
autonómicas) que no tienen ningún problema en apoyar gobiernos del
PSOE. Hemos pasado de la consigna del 15M: “PSOE, PP la misma
mierda es” al “entre el susto (PSOE) y la muerte (PP), me quedo
con el susto” de Teresa Rodríguez. La propia Secretaria General de
PODEMOS culpaba hace unos días a Susana Díaz de dificultar la
consecución de una alternativa de gobierno a Rajoy.
En
esta ocasión, PODEMOS parece preferir no tener que hacerlo. Sabe que
unas elecciones anticipadas son un buen escenario para ellos. Sin
embargo, tienen claro que quieren aprovechar la situación para
seguir escarbando en los votos del PSOE y no dejar la puerta cerrada
a un posible pacto. Por eso Pablo Iglesias afirmó hace unas semanas
escasas que: “hay dos PSOE, uno que está con el PP y otro sensato
que quiere avanzar. Nosotros le debemos tender la mano” así como
que el derecho a decidir en Catalunya ya “no era una línea roja”.
Sin embargo y a pesar de lo que diga Iglesias va a tener complicado
renunciar a esa demanda ya que sus distintas marcas que se
presentaron conjuntamente en Catalunya, País Valenciá y Galiza
representan 27 diputados de 69. A ese baile también se a
autoinvitado ya Alberto Garzón (UP/IU) mostrándose favorable a un
gobierno con el PSOE como ya hicieran en el pasado en Andalucía o en
Catalunya.
Más
allá de la aritmética, lo que está claro es que no se combate
contra la austeridad de la mano del PSOE. Una vez más, utilizando la
formulación de un gobierno de izquierdas junto al PSOE, lo que se
hace es confundir y crear falsas ilusiones a las millones de personas
que votaron PODEMOS o UP/IU el pasado 20D depositando una verdaderas
aspiraciones para acabar con los ajustes, el paro, la precariedad, la
corrupción y por defender los servicios públicos o el derecho a la
vivienda. A pesar de las presiones, es imprescindible decir, por un
lado, que no se puede luchar contra la austeridad de la mano del PSOE
y por otro, que tampoco se puede acabar con la austeridad sin acabar
con el sistema capitalista como ya lo hemos podido ver en Grecia con
el gobierno Syriza.
Mediante
las instituciones sólo se podrá alcanzar como mucho un segundo
acuerdo, una segunda transición. Pero esa segunda transición no
dará respuesta a las legítimas aspiraciones de la gente trabajadora
y de la juventud. Para ello sigue sin haber atajos. Sigue siendo
necesaria la movilización sostenida de nuestro bando social, único
capaz de imponer un programa coherente con nuestros intereses.
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