“Syriza, es la salida del euro, el final de la ayuda financiera y el
caos”, esto es más o menos lo que ha querido hacer creer la Troika (el
FMI, el BCE y Bruselas) para desanimar a los electores de votar Syriza.
Pues su chantaje no ha funcionado. El pueblo griego no se ha dejado
impresionar. Votando masivamente por la izquierda radical, éste ha
rechazado la austeridad y los sacrificios, puede sentirse orgulloso de
ello.
Desde 2009, los Griegos han visto sus condiciones de vida desmoronarse. El paro a triplicado, los salarios y las pensiones han disminuido de 10, 20, 30%. Miles de comercios han cerrado, el sistema de salud ha sido ampliamente desmantelado, millares de funcionarios han sido despedidos.
Salvo algunas centenares de familias ligadas a los armadores y al gran capital de la distribución y de la construcción, toda la población ha sido golpeada. Ingenieros, cuadros de empresa, obreros, funcionarios, todos han padecido los despidos, los retrasos y las amputaciones de salarios. Incapaces de hacer frente a los gastos cotidianos, su vida ha sido destrozada.
Familias enteras se han acostumbrado a vivir sin electricidad, otras a curarse poniéndose en manos de asociaciones humanitarias y algunas a alimentarse a base de sopas populares. Los planes mal llamados de “rescate” han entregado a los banqueros las garantías que querían, pero Grecia, ella, se ha visto transformada en país del tercer mundo.
Después de cinco años de descenso a los infiernos, la población no se resigna a los sacrificios. Es una lección para tod@s nosotr@s y una garantía de futuro.
Hoy, esas esperanzas se giran hacia Syriza y hacia su leader Tsirpas. ¿Pero acaso basta con confiar en aquellos que se alzan al poder prometiendo el oro y el moro? ¡Seguro que no!
En Grecia, los trabajadores han sufrido esa amarga experiencia. En 2009, Papandreu, dirigente del Partido Socialista, había prometido “romper con la dictadura de los mercados financieros”. Una vez llegado al poder, se encargó de que los banqueros fuesen pagados en tiempo y en hora por mucho que eso tuviese un alto coste para los trabajadores.
La historia no se repite nunca de manera idéntica, sin embargo hay que preservarse de los errores del pasado. No es esperanza lo que la clase trabajadora necesita sino de consciencia.
Tsirpas ha prometido que hará pagar más a los más ricos, incluso a los armadores y a la iglesia ortodoxa. También ha prometido renegociar los términos de la deuda con la Troika. En un momento en el que todo el mundo acierta a decir que esa deuda no podrá nunca ser pagada y que las curas de austeridad han provocado más daños que bienes, a lo mejor logrará que los acreedores aflojen un poco. Y con una decena de miles de millones, a lo mejor consiga atenuar el sufrimientos de los más necesitados.
Pero no es eso lo que sacará a Grecia de la miseria y del paro. Pero ni en Grecia ni en otro lugar se pueden crear empleos y aumentar los salarios y las pensiones sin poner en tela de juicio los beneficios de los capitalistas. Para garantizar unos servicios públicos de salud y de educación dignos, hay que hacer pagar a los ricos.
No puede haber milagros. No pondremos fin a la austeridad sin extirpar sus raíces: la explotación, el beneficio y el poder de los capitalistas. Fijarse como único objetivo luchar contra los abusos de algunos capitalistas corruptos y gamberros, como lo hace Syriza, es condenarse a la impotencia.
Para volver a tener condiciones de vida dignas del siglo 21, hay que llevar a cabo una lucha sin piedad contra el poder de la burguesía y de las finanzas. Para ser victoriosa, esta lucha debe apoyarse sobre la fuerza colectiva de los trabajadores y sobre su acción consciente ya que son los únicos en poder reorganizar la sociedad en función de los intereses de la mayoría.
No es el objetivo de Syriza, pero debe ser el de los trabajadores griegos. Éstos no han esperado las elecciones para defender sus exigencias. Han demostrado en varias ocasiones su combatividad y su determinación para pelearse por sus condiciones de existencia. Entonces todo lo que podemos desearles, es que sigan por ese camino.
Si las elecciones permiten expresar una opinión, éstas no permiten cambiar la correlación de fuerzas con los capitalistas. Para ello, las únicas armas de los trabajadores griegos como del estado español son las de la lucha de clases, las movilizaciones y las huelgas. Es de ahí y no de Syriza que puede venir la salvación.
Desde 2009, los Griegos han visto sus condiciones de vida desmoronarse. El paro a triplicado, los salarios y las pensiones han disminuido de 10, 20, 30%. Miles de comercios han cerrado, el sistema de salud ha sido ampliamente desmantelado, millares de funcionarios han sido despedidos.
Salvo algunas centenares de familias ligadas a los armadores y al gran capital de la distribución y de la construcción, toda la población ha sido golpeada. Ingenieros, cuadros de empresa, obreros, funcionarios, todos han padecido los despidos, los retrasos y las amputaciones de salarios. Incapaces de hacer frente a los gastos cotidianos, su vida ha sido destrozada.
Familias enteras se han acostumbrado a vivir sin electricidad, otras a curarse poniéndose en manos de asociaciones humanitarias y algunas a alimentarse a base de sopas populares. Los planes mal llamados de “rescate” han entregado a los banqueros las garantías que querían, pero Grecia, ella, se ha visto transformada en país del tercer mundo.
Después de cinco años de descenso a los infiernos, la población no se resigna a los sacrificios. Es una lección para tod@s nosotr@s y una garantía de futuro.
Hoy, esas esperanzas se giran hacia Syriza y hacia su leader Tsirpas. ¿Pero acaso basta con confiar en aquellos que se alzan al poder prometiendo el oro y el moro? ¡Seguro que no!
En Grecia, los trabajadores han sufrido esa amarga experiencia. En 2009, Papandreu, dirigente del Partido Socialista, había prometido “romper con la dictadura de los mercados financieros”. Una vez llegado al poder, se encargó de que los banqueros fuesen pagados en tiempo y en hora por mucho que eso tuviese un alto coste para los trabajadores.
La historia no se repite nunca de manera idéntica, sin embargo hay que preservarse de los errores del pasado. No es esperanza lo que la clase trabajadora necesita sino de consciencia.
Tsirpas ha prometido que hará pagar más a los más ricos, incluso a los armadores y a la iglesia ortodoxa. También ha prometido renegociar los términos de la deuda con la Troika. En un momento en el que todo el mundo acierta a decir que esa deuda no podrá nunca ser pagada y que las curas de austeridad han provocado más daños que bienes, a lo mejor logrará que los acreedores aflojen un poco. Y con una decena de miles de millones, a lo mejor consiga atenuar el sufrimientos de los más necesitados.
Pero no es eso lo que sacará a Grecia de la miseria y del paro. Pero ni en Grecia ni en otro lugar se pueden crear empleos y aumentar los salarios y las pensiones sin poner en tela de juicio los beneficios de los capitalistas. Para garantizar unos servicios públicos de salud y de educación dignos, hay que hacer pagar a los ricos.
No puede haber milagros. No pondremos fin a la austeridad sin extirpar sus raíces: la explotación, el beneficio y el poder de los capitalistas. Fijarse como único objetivo luchar contra los abusos de algunos capitalistas corruptos y gamberros, como lo hace Syriza, es condenarse a la impotencia.
Para volver a tener condiciones de vida dignas del siglo 21, hay que llevar a cabo una lucha sin piedad contra el poder de la burguesía y de las finanzas. Para ser victoriosa, esta lucha debe apoyarse sobre la fuerza colectiva de los trabajadores y sobre su acción consciente ya que son los únicos en poder reorganizar la sociedad en función de los intereses de la mayoría.
No es el objetivo de Syriza, pero debe ser el de los trabajadores griegos. Éstos no han esperado las elecciones para defender sus exigencias. Han demostrado en varias ocasiones su combatividad y su determinación para pelearse por sus condiciones de existencia. Entonces todo lo que podemos desearles, es que sigan por ese camino.
Si las elecciones permiten expresar una opinión, éstas no permiten cambiar la correlación de fuerzas con los capitalistas. Para ello, las únicas armas de los trabajadores griegos como del estado español son las de la lucha de clases, las movilizaciones y las huelgas. Es de ahí y no de Syriza que puede venir la salvación.
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